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miércoles, 28 de marzo de 2007

CONVERSANDO CON MI HIIJO

Llevo un morral cargado
de presagios y esperanzas,
de incumplidas empresas,
de alguna rosa lograda,
de versos mil veces corregidos.

He caminado mucho
-no ha sido demasiado-
y preguntas por el oficio de tu padre.

De escuelita rural me soñé maestro,
empero la rudeza de la mano paterna
echó a volar lejos mis palomas.

Quise ser juglar que abandonando ritos
y conformidades
compartiría mis versos y alegría
a cambio de pan fresco y vino.

Crucé antiguos umbrales queriendo convertirme
en anunciador de la Gran Noticia
y heme, hijo, transformado
en silencioso centinela.

El silbo atrapado en mi boca
me descubre caminante
de cerros, praderas y puentes viejos.
He visto nidos por gorriones robados,
a palomas de castidad frustrada,
a tantos perros sin destinos,
a lobos oscuros compartiendo.

He ido descubriendo
estrellas nuevas y volantines
por los sencillos senderos.
(Evito la carretera ancha, orgullosa y factible
que lleva a tanta gente a la ciudad perdida).

Esto soy, hijo mío:
Un caminante que tropieza en el asfalto,
que camina mejor entre el polvo y la brisa.

Ya pronto querrás encontrar el sendero que te lleve
al corazón de la existencia
y entonces puedas amar intensamente.
Y cuando termine el día
no te hayan impuesto las metas
sino por tí descubiertas,
ganadas paso a paso,
brizna a brizna,
poniendo con devoción tus pies
sobre el suelo de la vida, reconozcas
que no obstante millones habrán tejido
tu red de posibilidades,
pueda ser que tu hebra
modifique la desigual consigna.
Entonces el mundo de los sencillos será más justo
y tú más feliz, su mejor hermano.

CUANDO TE ACERCAS

Quiero ser agua tranquila y transparente
o bien tierra profunda,
ser árbol de cien inviernos
cipo de peregrinos.
Quiero ser gusano de húmeda sombra
anónimo como estrella que nadie observa.

Pero cuando tú te me acercas
quiero ser el sol imprescindible,
río, volcán, viento norte, pájaro que vuela.
Siento la fundamental fragancia
de los intersticios del planeta,
de tus cabellos,
de tu sudor y de tu sexo.
Y escucho el reloj de tu corazón
y me asombro del valor de las palabras
cuando ya somos árbol
con raíces fundidas
en la tierra vital de los efectos.