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miércoles, 2 de mayo de 2007

Lluvia de Otoño

Danzo con la música del viento
bajo la lluvia tibia de otoño
renovando
mis vísceras y mis manos
en esta edad madurada
con mi bautismo profundo.
El agua cubre mi cabeza,
pecho y genitales.

Pero unas sombras poderosas,
que no me reconocen cuidadano
sino un transgresor
de mil códigos impuestos,
me arrastran
más allá de la frontera
donde -dicen- están mis proyectos,
mis creencias y mis banderas.

Así, con mi antigua
cédula de identidad y pasaporte,
con ropas confeccionadas
en tallas prefijadas,
paseo por las calles
conversando de la contingencia
y de la crisis moral de nuestro tiempo
y de las claves de la economía,
mostrándome
un caballero respetado y agradecido.

Pero de vez en cuando
-pocos lo saben-
abandono estas oscuras latitudes
para oler los árboles del valle
bajo la cálida lluvia.
Y desnudos sobre la tierra fresca
hermanas y hermanos
danzamos con sensual inocencia,
esperando que brote
el sustancial fruto de la vida
en la estiva venidera.

No me pidas

No me pidas poemas de alba
y primaveras.
No me pidas que describa
el rumor de una gota de rocío
bajando por la espalda
de una hoja de junco
cayendo al río.

Mis poemas tienen rabia contenida
y soledades,
tienen el sueño de los sencillos
y el recuerdo de los ausentes.
Mis poemas
son de barro y de sudor
Tienen olor a sexo
y a la ñipa del camino.
Son casi la espera sagrada
de la madre preñada
y, como a esa madre,
las palabras preñan mi alma
y con gozos y locuras
pretenden correr por la existencia
convertidas en metro, calles,
obreros ruidosos, oficinistas callados,
escuelas, barrios,
amores repentinos, amores eternos,
música y silencio,
vida y muerte.