Danzo con la música del viento
bajo la lluvia tibia de otoño
renovando
mis vísceras y mis manos
en esta edad madurada
con mi bautismo profundo.
El agua cubre mi cabeza,
pecho y genitales.
Pero unas sombras poderosas,
que no me reconocen cuidadano
sino un transgresor
de mil códigos impuestos,
me arrastran
más allá de la frontera
donde -dicen- están mis proyectos,
mis creencias y mis banderas.
Así, con mi antigua
cédula de identidad y pasaporte,
con ropas confeccionadas
en tallas prefijadas,
paseo por las calles
conversando de la contingencia
y de la crisis moral de nuestro tiempo
y de las claves de la economía,
mostrándome
un caballero respetado y agradecido.
Pero de vez en cuando
-pocos lo saben-
abandono estas oscuras latitudes
para oler los árboles del valle
bajo la cálida lluvia.
Y desnudos sobre la tierra fresca
hermanas y hermanos
danzamos con sensual inocencia,
esperando que brote
el sustancial fruto de la vida
en la estiva venidera.
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