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jueves, 23 de agosto de 2007

El Cambio


Transcribo un trozo del libro "Ligero de Equipaje" (Pags. 29 y 30) de Carlos G. Vallés, sobre un curso dictado por Tony de Mello, en la India, poco antes de morir:

"...Lo que nos mueve a querer cambiarnos a nosotros mismos o a otros es la falta de tolerancia, y eso es inaceptable. Queremos cambiar sencillamente porque no nos aguantamos y lo que hay que atacar ahí no es la necesidad de cambio sino la falta de aguante. No toleramos en nosotros mismos un defecto, una falla, una debilidad moral o psicológica, y nos empeñamos en corregirla con verdadero autodesprecio y velada violencia... y nos imponemos el deber de cambiar para volver a ser personas respetables ante nosotros mismos y ante la sociedad. Cambiamos para ser aceptados, para responder a las expectativas que se tienen respectos de nosotros, para ajustarnos a la imagen ideal que de nosotros mismos hemos concebido y llevamos siempre adentro. Nos falta paciencia con nosotros mismos y nos forzamos a cambiar. Y eso nunca resulta. La violencia nunca ayuda al crecimiento.
El único cambio aceptable es el que viene de aceptarse a sí mismo.
El cambio nunca puede forzarse: el cambio sucede".

Oración Cósmica

Ahora, Señor, creador del inmenso cosmo nacido de una incandescente llamita y constituído por millones de estrellas y planetas, muchos de ellos habitados, déjame descansar esta noche y, cerrando los ojos, pueda olvidar el desconcierto que hemos causado los humanos en el corazón de la natural armonía. Hemos fabricado toneladas de armas, basura y gases cuyas nubes vuelan al cielo enrojeciendo el rostro de la tierra cada vez menos azul, cada vez menos verde, pues las selvas y bosques crecidos con paciencia divina, terminan abruptamente su oración con sus pies cortados como estatuas indignas, para convertirse en aserrín de un día y olvido eterno.

Quiero escuchar esta noche la música de las estrellas, desde las cuales se inició el largo y minucioso viaje de materiales, gases y metales que explosionaban con fuerzas consentidas, que fueron formando sistemas planetarios hasta crear nuestra casa grande que llamamos planeta tierra.

Te doy gracias porque con la luz de la fe y mi capacidad de asombrarme puedo ver el universo y nuestro microcosmo ordenado, significativo, diferente, inteligente y vivo.

¡Qué detalle has tenido conmigo!