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domingo, 28 de octubre de 2007

Cordillera


Eres cordillera fría, admirable y altiva.
Mi porción de helio queda perpleja imaginándose
antiguas lencerías transparentes.
Tus pies simulan ser de cristal
y tus pechos de porcelana.
Tus brazos, que alguna vez abrazan,
vuelven a caer como dorados medallones
en la pared del cuarto de un veterano de guerra.
Tus ojos me dicen que mis deseos son de barro,
sí, de barro caliente
que desea arrastrar tus últimas formalidades,
tal vez alguna brizna de arrogancia,
tal vez algún oculto mandamiento.
Y despojada del manto blanco de tus pudores
pueda uno a uno despertar sin premura ni codicias
tus antiguos volcanes
en un sismo de misterios y caricias.