He descubierto que la vida nos da casi siempre una segunda oportunidad, por lo que aquí comienzo mi plan B.
No pasó por mi mente cuando niño o joven que hubiese un Plan A y, por lo tanto, un Plan B de salida o cambio del primero. Para mí la vida era una sola -y lo es también ahora-. Una línea ininterrumpida unía sucesos alegres, fracasos, aciertos y despropósitos. Creí como muchos haber nacido con un sello especial pero fui absorbido por los colores de un gran conglomerado o estructura social o la iglesia que me decía que mi finalidad era cumplir una serie de deberes ético-sociales. De joven me sentía orgulloso de conocer centenas de mandamientos morales, rituales, y los cumplía con severa devoción. Todo estaba escrito.
Pasaron los años y no me costó poco llegar a saber y experimentar que hombres y mujeres nacemos fundamentalmente para ser felices. Mi corazón constató que no me habían educado
para ser feliz o para buscar la felicidad ni menos para hacer felices a otros sino para obedecer, ceder, aguantar. Antes se me habló de la felicidad como una abstracción en la que otros declaraban que ésto o aquello era la felicidad.
Hoy la percibo simplemente como un estado de confianza, agrado, alegría profundos que me dan
una forma de vivir y de soñar con otros y otras, apreciando su entorno y un mundo en donde descubro un orden engalanado para iniciativas que lo hacen mejor.
Debo hacer una confesión: Mi vida comenzó a ordenarse cuando fui conociendo a Lucía que ahora es mi esposa. En esa época realizaba un esmerada labor social, sindical y me unía a grupos
políticos. Formé talleres literarios, corriendo algunos riesgos durante la dictadura. Mis días y
noches estaban a veces llenos de actividades. Pero me sentía insípido, solitario entre tanta gente
y desconocía para dónde iba con tanto esfuerzo. Me daba la impresión que iba dando saltos locos
por aquí y por allá... ¡Ahora lo sé! Antes yo era como un sapo y Lucía me convirtió en príncipe (el primero, el principal).
Reconozco que mi Plan B fueron esos años de matrimonio, con embarazos, bebés, niños pequeños, pequeños asuntos, grandes proyectos.
Tengo que hacer una rectificación: Hoy comienzo el Plan B1.
No pasó por mi mente cuando niño o joven que hubiese un Plan A y, por lo tanto, un Plan B de salida o cambio del primero. Para mí la vida era una sola -y lo es también ahora-. Una línea ininterrumpida unía sucesos alegres, fracasos, aciertos y despropósitos. Creí como muchos haber nacido con un sello especial pero fui absorbido por los colores de un gran conglomerado o estructura social o la iglesia que me decía que mi finalidad era cumplir una serie de deberes ético-sociales. De joven me sentía orgulloso de conocer centenas de mandamientos morales, rituales, y los cumplía con severa devoción. Todo estaba escrito.
Pasaron los años y no me costó poco llegar a saber y experimentar que hombres y mujeres nacemos fundamentalmente para ser felices. Mi corazón constató que no me habían educado
para ser feliz o para buscar la felicidad ni menos para hacer felices a otros sino para obedecer, ceder, aguantar. Antes se me habló de la felicidad como una abstracción en la que otros declaraban que ésto o aquello era la felicidad.
Hoy la percibo simplemente como un estado de confianza, agrado, alegría profundos que me dan
una forma de vivir y de soñar con otros y otras, apreciando su entorno y un mundo en donde descubro un orden engalanado para iniciativas que lo hacen mejor.
Debo hacer una confesión: Mi vida comenzó a ordenarse cuando fui conociendo a Lucía que ahora es mi esposa. En esa época realizaba un esmerada labor social, sindical y me unía a grupos
políticos. Formé talleres literarios, corriendo algunos riesgos durante la dictadura. Mis días y
noches estaban a veces llenos de actividades. Pero me sentía insípido, solitario entre tanta gente
y desconocía para dónde iba con tanto esfuerzo. Me daba la impresión que iba dando saltos locos
por aquí y por allá... ¡Ahora lo sé! Antes yo era como un sapo y Lucía me convirtió en príncipe (el primero, el principal).
Reconozco que mi Plan B fueron esos años de matrimonio, con embarazos, bebés, niños pequeños, pequeños asuntos, grandes proyectos.
Tengo que hacer una rectificación: Hoy comienzo el Plan B1.