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martes, 16 de diciembre de 2008

EN EL METRO DE SANTIAGO

Eres el ritual predestinado en cada día,
la serpiente necesaria que engulle y regurgita combatientes
de batallas interminables, armados de sueños acarpelados,
héroes de espadas adormecidas,
huestes obedientes sin capitanes ni gritos,
peregrinos de largas rutinas.


Tus colores diversos y las noticias esparcidas
se ven grises como gorra de maestro
y la seriedad de mi rostro cansado
se nutre de otros serios rostros, mi alma de minero oscuro
sigue buscando el metal que cambie su suerte.


Mi cuerpo entero se estremece
cuando entre las estatuas de piedras descubro
la luz de una mujer de sonrisa transgresora
que se dispone a abandonar el tren
en la estación siguiente.
Y corro tras ella y su misterio.


Decimos nuestros nombres
en un café de la esquina.
Riéndonos a carcajadas le prometo
no develar nunca el secreto
de su sonrisa de aurora.