Los años van pasando
y nuestros párpados cansados
descubren en los espejos irrefutables
esperanzas despedazadas,
iras no contenidas
y lágrimas fugases
iluminando recuerdos
de tertulias nocturnas
con aquellos que están lejos
o se han marchado sin vuelta
después de levantar banderas
de polen y piedras
entre las horas oscuras
y los poemas insurgentes.
Pasan los años
y el pecho aún caliente
se pregunta en qué parte
crecieron las semillas esparcidas
por nuestras trémulas manos
ahora sin la cosecha
de abrazos, pan y palabras.
Sin embargo,
seguimos premunidos
de la porción de aceite
que mantiene florecida nuestras lámparas,
iluminando el cotidiano paso
en este atardecer de cobre y cenizas
y de estrellas polvorientas.
Vicente Corrotea A.
Imagen de Google
y nuestros párpados cansados
descubren en los espejos irrefutables
esperanzas despedazadas,
iras no contenidas
y lágrimas fugases
iluminando recuerdos
de tertulias nocturnas
con aquellos que están lejos
o se han marchado sin vuelta
después de levantar banderas
de polen y piedras
entre las horas oscuras
y los poemas insurgentes.
Pasan los años
y el pecho aún caliente
se pregunta en qué parte
crecieron las semillas esparcidas
por nuestras trémulas manos
ahora sin la cosecha
de abrazos, pan y palabras.
Sin embargo,
seguimos premunidos
de la porción de aceite
que mantiene florecida nuestras lámparas,
iluminando el cotidiano paso
en este atardecer de cobre y cenizas
y de estrellas polvorientas.
Vicente Corrotea A.
Imagen de Google