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sábado, 29 de octubre de 2011

EL MENSAJE

Tienes, ¡Oh, amado Rey!, muchos detractores en la corte que aseguran que vuestra merced es incapaz de resolver los graves problemas de sus súbditos y que toma decisiones sin medir consecuencias.

Ante terribles acusaciones, nos mantenemos leales a su señoría, tal como el mensajero que -pese a su edad- es una persona de entera confianza.

Le ruego, mi señor, que cuando termine de leer este mensaje tenga la bondad de quemarlo con el fin de no dejar rastro a sus enemigos.

Entonces el rey mandó quemar a su mensajero.
 
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