Tienes, ¡Oh, amado Rey!, muchos detractores en la corte que aseguran que vuestra merced es incapaz de resolver los graves problemas de sus súbditos y que toma decisiones sin medir consecuencias.
Ante terribles acusaciones, nos mantenemos leales a su señoría, tal como el mensajero que -pese a su edad- es una persona de entera confianza.
Le ruego, mi señor, que cuando termine de leer este mensaje tenga la bondad de quemarlo con el fin de no dejar rastro a sus enemigos.
Entonces el rey mandó quemar a su mensajero.
Caricatura de Google