Mi infancia,
pelota de trapo,
rodó preñada de inviernos
hasta aquel rincón de recuerdos,
vencida,
junto a los zapatos de tantas jornadas.
Me hice dios creando un planeta
con las medias desechadas por mamá
que cubrían otros trapos
de misiones cumplidas.
Un día de sol septembrino
nos encontramos mi madre fallecida,
mi pelota de trapo y yo
en un lugar cuya niebla se había marchado,
y en un abrazo nos reconocimos
después de mucho años.
Mi infancia iluminó mi madurez
y mi madurez ha jugado desde entonces
con el almanaque amarillo de recuerdos
y datos alterados de nostalgias.
No hemos dejado de rodar
con mi pelota de trapo.
Ella cuesta abajo,
a veces yo cuesta arriba,
embriagados de nuevos aromas,
con el sollozo salobre de olvidos
o con la copa celebratoria
de ir entonando las mismas canciones,
de ir abrazando los mismos cuerpos,
mirando los mismos ojos,
aceptando el designio
que la vida nos propone.
pelota de trapo,
rodó preñada de inviernos
hasta aquel rincón de recuerdos,
vencida,
junto a los zapatos de tantas jornadas.
Me hice dios creando un planeta
con las medias desechadas por mamá
que cubrían otros trapos
de misiones cumplidas.
Un día de sol septembrino
nos encontramos mi madre fallecida,
mi pelota de trapo y yo
en un lugar cuya niebla se había marchado,
y en un abrazo nos reconocimos
después de mucho años.
Mi infancia iluminó mi madurez
y mi madurez ha jugado desde entonces
con el almanaque amarillo de recuerdos
y datos alterados de nostalgias.
No hemos dejado de rodar
con mi pelota de trapo.
Ella cuesta abajo,
a veces yo cuesta arriba,
embriagados de nuevos aromas,
con el sollozo salobre de olvidos
o con la copa celebratoria
de ir entonando las mismas canciones,
de ir abrazando los mismos cuerpos,
mirando los mismos ojos,
aceptando el designio
que la vida nos propone.