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viernes, 11 de marzo de 2011

RENOVANDO ABRAZOS

Tu historia y la mía se han unido
nuevamente
en esta hora vespertina
sanando heridas y soledades.
Nuestras manos despiertan raíces
hasta hoy quietas y nunca olvidadas
mientras que enmohecidos recatos
son llevados como hojas por el viento.

Con la devoción del peregrino
que regresa a su patria
busco en tu cuerpo de reina sus misterios
y el recuerdo de tu vientre,
tres veces habitado.
Tu aroma de hembra
brota de mil noches silvestres,
de infinitos seres copulares
cuando huelo tu húmeda vulva,
rosa rosada madurando la espera.
Entonces somos aves migratorias
sobre trémulas nubes
remontándonos a regiones
perpetuando el rito de los siglos
sobre el ancestral calendario.


Nos habitamos mutuamente
con silencios y letanías,
restableciendo caricias guardadas
para tus sombras de sal
y de polen,
entregándonos a la vida
o tal vez a la muerte
-¡qué importa!-
llevándonos a la residencia
de los dioses
hasta que el saludo
de la brisa estival de madrugada
aquieta el delirio lejos de las cenizas.

Tienen más luz las últimas estrellas
y un millón de años más
el sol de cada día.


                                                                 Vicente Corrotea A

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