Sé que no volverá
pero no me lo digas.
Se han vuelto grises las blancas nubes de antaño
y son más largos los inviernos.
Aunque griten mis piernas iracundas
y mis manos quebradas
apenas toquen tu puerta
y las avispas negras
revoloteen en mi espalda,
me resisto ser cronista
de mis batallas clandestinas,
de mis naufragios anunciados.
Ya he redimido mi alma de rencores
y no me asusta el enojo de los dioses
prometiendo futuro
a cambio de subordinaciones.
Me quedo en este presente profundo
aunque me una con los pájaros
de alas dolientes.
Sé que no volverá la primavera
o no será como antes
pero caminaré hasta el final
con mi sayal de peregrino
y cantaré a mi huerto
mientras descubra brotes nuevos.